El urbanismo táctico
1125
post-template-default,single,single-post,postid-1125,single-format-standard,bridge-core-2.6.9,qode-page-transition-enabled,ajax_fade,page_not_loaded,, vertical_menu_transparency vertical_menu_transparency_on,qode_grid_1200,footer_responsive_adv,hide_top_bar_on_mobile_header,qode-content-sidebar-responsive,qode-theme-ver-25.4,qode-theme-bridge,qode_header_in_grid,wpb-js-composer js-comp-ver-6.6.0,vc_responsive
 

El urbanismo táctico

El urbanismo táctico

En la tradicional configuración arquitectónica de las ciudades, las calles están pensadas para los vehículos y las manzanas se han diseñado para maximizar la ocupación volumétrica de los edificios y la optimización de las construcciones mediante su densificación, respondiendo las mismas a necesidades lucrativas del adulto en edad productiva. De esta manera, la ordenación de la red viaria proporciona el desplazamiento adecuado a los ciudadanos, mediante vehículo privado, desde sus zonas residenciales a sus lugares de producción, de obtención de servicios o a los espacios de consumo.

En este “orden” urbanístico, el ciudadano tiene poco espacio para su bienestar, con zonas para el encuentro, la reunión, la expresión o el ejercicio, por lo que la ciudad resulta impersonal, sin identidad, deshumanizada y al albur de decisiones políticas o arquitectónicas de gestión urbana que no tienen en cuenta la identificación de las necesidades de los diferentes públicos objetivo de una ordenación más participativa de la ciudad.

No obstante, esta manera de planear se ha visto modificada en los últimos años, surgiendo nuevas acciones concretas y encaminadas a abandonar una visión holística del planeamiento urbanístico.

Diversas ciudades empezaron a reflexionar acerca de un nuevo enfoque para su configuración territorial, haciendo efectivo ese derecho a la ciudad. En ese sentido, el urbanismo táctico tiene incidencia en la forma en la que las ciudades crecen, interviniendo en aquellos espacios existentes infrautilizados y asignándoles un uso que no necesariamente debe ser de ocupación arquitectónica. Estas acciones ofrecen la posibilidad de que los “nuevos” espacios sean utilizados por las personas, rescatando la forma de sentir y valorizar la ciudad. A pesar de que este movimiento es conocido como “urbanismo táctico”, la presencia de este tipo de acciones se remonta a muchos años atrás, conocida probablemente con otros nombres, pero cuya finalidad estaba siempre orientada a hacer de la ciudad un lugar más humano.

En este sentido, en el ámbito nacional e internacional han ido surgido nuevos enfoques y experiencias para la integración de género y la participación ciudadana en el urbanismo cuyo objetivo a perseguir sea el diseño de ciudades inclusivas, de ciudades diseñadas por y para las mujeres, ciudades más sostenibles e inteligentes.

Todos estos modelos de ciudad se sirven de diferentes técnicas, pero buscan el mismo objetivo principal: humanizar la ciudad, pensarla y plantearla para que ésta pueda acoger la vida en toda su diversidad natural y humana.

El urbanismo táctico es una herramienta más que, de manera sencilla, pretende favorecer y ayudar a alcanzar ese objetivo común, permitiendo a las comunidades urbanas recuperar diferentes espacios de su entorno, revalorizando espacios en desuso o dándoles uno nuevo a aquellas zonas de la ciudad que originalmente contaban con otro uso.

Las intervenciones se caracterizan por ser siempre actuaciones de bajo coste, con medidas ágiles y sencillas y cuyas alteraciones o transformaciones estén siempre dirigidas a mejorar la comunidad.

En la actualidad existen numerosos ejemplos de urbanismo táctico en todo el mundo. Uno de los ejemplos más emblemáticos y característicos de este tipo de intervenciones es la reorganización de Times Square en Nueva York.

Espacios ganados al tráfico que no sólo han reducido los inmediatos efectos medioambientales derivados de la emisión de gases o de la contaminación acústica, sino que han proporcionado espacios libres que fomentan el esparcimiento e interacción de las personas al mismo tiempo que contribuye a revitalizar y dinamizar los espacios comerciales adyacentes.

Con similar criterio, las “superislas” o “supermanzanas” de Barcelona, consistentes en agrupaciones de manzanas donde el tráfico queda restringido, un gran número de calles quedan libres de circulación a motor para dar paso a la circulación de peatones y ciclistas, reduciendo así los niveles de contaminación. Su diseño, como espacio abierto, invita a que los ciudadanos puedan reunirse, conversar o realizar actividades. Para ello se han utilizado estructuras sencillas como grandes maceteros o la colocación de bancos y sillas en las antiguas calzadas.

La intervención más reciente de este tipo de urbanismo lo encontramos en la ciudad de Valencia, concretamente en la Plaza del Ayuntamiento. Con independencia de la adecuación de su diseño y de los resultados “estéticos” obtenidos, la peatonalización de la plaza comporta una mayor movilidad peatonal, dando un respiro de aire fresco a sus usuarios.

Mediante este tipo de actuaciones se ha delimitado una superficie en la plaza, ganada para los peatones, en una apuesta dirigida a configurar una ciudad saludable donde se prioriza el espacio público para las personas tal y como se puede observar en la infografía del proyecto previsto.

Precisamente, esta necesidad de disponer de “nuevos” espacios habilitados para el esparcimiento de las personas se ha evidenciado, con mayor intensidad, a partir de la actual crisis sanitaria generada por la COVID-19. Otra de las consecuencias, positivas, de esta crisis será la implementación de este tipo de actuaciones que generen ciudades más amables y habitables por sus ciudadanos.